sábado, 11 de septiembre de 2021

 Testamento


Por todas las lenguas que nunca hablaré, quiero aprender las más que pueda, para entender que en quechua no hay palabra para el adiós y que en francés, las cometas son ciervos que vuelan. 


Por todas las mujeres a las que nunca besaré, quiero besar y que me besen sin pausa ni prisa, para que en las noches de soledad me sienta complacido y sin angustias. 


Por todos los libros que no leeré, quiero leer los más que pueda, para viajar a otros lugares sin salir de mi habitación, visitar otra épocas sin escapar a la prisión del tiempo. 


Por todos los países que quedarán por visitar, viajaré a los más que pueda, para entender otras cotidianidades, recorrer otras calles y emborracharme en otros garitos. 


Por todos los orgasmos que no tendré, no me acostaré con ninguna mujer a la que no desee y no sea recíproco, para evitar el desengaño y el irrespeto al ritual que consagra el placer.


Por todas las drogas que no me meteré, sólo usaré o probaré aquello que sume a mi experiencia vital, para escapar a ser el último eslabón de un negocio infame y multimillonario. 


Por todas las injusticias que no enfrentaré, no callaré antes aquellas que sean ineludibles y evidentes, para validar la idea de que el otro es siempre una promesa y nunca una amenaza.


Por todos los consejos que no me darán, no emitiré opinión alguna si antes no ha sido pedida, para no herir de manera innecesaria a personas inocentes o cercanas. 


Por aquellas verdades que nunca escucharé, seré transparente y fiel a mí mismo, para que así cuando sea honesto lo haga desde la empatía, para no infringir a nadie la crueldad de una honestidad sin empatía. 


Por la imposibilidad de creer en algo, voy a conocer e intentar todas las mitologías que pueda, para así no tragar entero nunca, tomar lo que de ellas bien me sirva y desechar lo que no.


Por la condición mortal de mi abuela, le diré más seguido que la amo mientras puedo, para así honrar su memoria y celebrar su amor con mis acciones. 


Y si es la soledad el precio a pagar, no lo recibo como condena sino como absolución, porque en las compañías transitorias reconoceré el amor como fuerza vital y en su ausencia, el combustible del fuego que me consume y me impulsa a escribir estas lineas y las que quedan por venir. 


En esta vida hay mucha mierda pero también mucha belleza. 


No le debo nada a nadie. 


Nadie me debe nada. 


Luchemos pues, por lo bello. 


Seamos implacables con lo injusto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario