domingo, 14 de junio de 2020

Resurgimiento

De las ruinas del recuerdo han de surgir los cimientos de una nueva vida, que reconozca en cada error y cada acierto cometido la brújula ulterior de las decisiones venideras.


Que reconozca el dolor y el sufrimiento como parte fundamental de la existencia, pero sin convertirlos en fetiche. Sabiendo abandonarlos cuando no sean orgánicos o insalvables. Cuando no sean necesarios o cuando no tengan nada más que enseñarnos.


Que valore el valor de la lagrima sincera y la sonrisa espontánea. 


Que entienda que es en la soledad, donde encontramos el esperado abrazo metafísico, el alivio a esa añoranza prolongada por miles de años en nuestra especie. Para que de esa manera, cuando la vida ponga a nuestro lado compañía sin buscarla, sepamos entender él enorme valor que proporciona a nuestra vida el cariño, los besos, el amor sincero y la complicidad. 


Y para que en caso contrario, sepamos vivir sin amargura ni lamento. Que la única injusticia percibida sea la de un mundo injusto, desigual y jodido. Que nuestra soledad no sea condena sino absolución. Sea regalo y combustible de lucha ante el horror del mundo.


Para que así, al momento de continuar por sendas separadas, dejemos ir sin ataduras ni apegos. Honrando el símbolo de la memoria. 


De las ruinas del recuerdo ha de surgir un nuevo camino, incierto e inquietante. Esperanzador. Que permite el resurgir del poderoso guerrero adormecido por la rutina, la costumbre y la monotonía. 


Que valore la compañía en la misma medida que valora la soledad. Que se eleve sobre el complejo del abandono y que lo use a su favor.


De las ruinas del recuerdo ha de surgir un nuevo camino marcado por el entendimiento. El profundo conocimiento de sí mismo y de nuestros errores. Aprender la lección obligada por el sino trágico de nuestras propias cagadas. 


Porque de allí es donde brotará el perdón que merecemos para con nosotros mismos y la posibilidad de enmendar el daño que causamos a nuestros seres amados, a pesar de haberlos perdido y habernos perdido en el proceso. 


De allí brotará el entendimiento y el método para ser mejores de lo que fuimos, para no transitar el mismo camino de estupidez y brutalidad.


Porque es a través de transitar la senda que surge de las ruinas del recuerdo, guiado únicamente por el peso de nuestros propios errores, como encontraremos el perdón anhelado y podremos vivir en paz con nosotros mismos y nuestro entorno. 


Sin un dios redentor ni un salvador que nos guíe. Solos. Con la pura bandera de nuestros huevos. 


De las ruinas del recuerdo han de surgir los cimientos de una nueva vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario