"Nadie podrá llevar a nadie
por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona aunque piense y
diga diferente" Así tradujo la comunidad Wayúu el artículo 11 de la
constitución política de Colombia que rezaba para entonces: "nadie podrá
ser sometido a pena cruel, trato inhumano o desaparición forzada".
La
anécdota sobrevive porque hace parte de la conferencia que dictó Jaime Garzón,
ahora famosa, el 14 de
febrero de 1997 en la Universidad Autónoma de Occidente. De lo mucho que habla
en esa hora y media, nada ha calado tanto en la memoria colectiva como esa
traducción que nos cuenta Jaime, desafiando el tiempo y su propia muerte.
"Nadie podrá llevar a nadie por encima
de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona aunque piense y diga
diferente. Con ese artículo que nos aprendamos, salvamos este país. Por lo
menos sus hijos van a tener un país mínimamente más agradable.” Sentenció el
periodista ante la mirada perpleja y sorprendida del auditorio y de las más de
400.000 vistas que dicha conferencia ha acumulado en Youtube desde el 2011,
cuando fue compartida.
Sin embargo, hoy cuando se conmemoran los 16 años
de asesinado pareciera que sus palabra fueron echadas al viento. Hoy las redes
sociales se han visto inundadas con fotografías y frases suyas, homenajes de
diversa índole alzan su voz en contra de la impunidad en la que ha quedado el
crimen y la profunda injusticia que ello representa.
De todos ellos, ninguno me pareció tan certero
como la caricatura de Fabro (que acá reproduzco), que muestra al periodista
sosteniendo el pato de QUAC y en el que pregunta con sus ojos siempre tristes: “¿Pá
qué HIJUEPUTAS me hacen homenajes cada año si no van a aplicar NADA de lo que
les enseñé? ¿Pá qué?”.
Pongamos de ejemplo a Bogotá, la ciudad en la
que vivo. En términos de convivencia acá todos llevamos por encima de nuestro
corazón a todos. Bogotá, ya lo he escrito, es un circo sádico en el que impera
el sálvese quien pueda y la cultura de la trampa. Acá lo importante es llegar de
primero sin importar el cómo: ¿Que hay una fila en el semáforo y en el carril
derecho para voltear en ese sentido? De malas, la fila es para los guevones, yo
cojo por el carril izquierdo, me cago en la fila, y cierro al gil que está de
primeras. ¿Que se le cayó la billetera al fulano que iba caminando? ¿y usted la
devolvió? Mucho guevón, ¿es que le sobra la plata? Devuelva si acaso los
papeles. ¿Que hay fila para entrar al bar? Que la hagan los bobos, yo soy muy
abeja, yo no la hago. ¿Qué hay gente pidiendo en las esquinas? El pobre es
pobre porque quiere, a mí nadie me regaló nada. ¿Qué el perrito se cagó en la
calle? De malas yo ahí dejo el regalito, que lo recoja otro guevón.
Y si hablamos de política: peor. La derecha
colombiana no es que se haya caracterizado por ser de las corrientes más
abiertas al diálogo, sino deténganse a escuchar a Álvaro Uribe, paranoíco, megalómano
y máximo representante de esa postura, para quien cualquier suceso deplorable en
el país es culpa de las FARC, o del actual presidente: que si se cayó el avión,
que si el chico del colegió murió por inhalar el polvo de un extintor, que si
llueve en Bogotá, que si hace sol en la Guajira. De ese obtuso se desprenden
propuestas como las de Paloma Valencia, de dividir el Cauca en dos, una para indígenas
“para que ellos hagan sus paros, sus manifestaciones y sus invasiones” y otro
donde no haya oposición al progreso.
¿Y la izquierda? Hace unas noches le
comentaba a unos amigos míos seguidores de Petro que la salida en falso del alcalde,
una de tantas, al afirmar: “¿Es válido sacar el celular a contestar una llamada
o hacer una llamada en la calle? Pues creo que aquí hay una campaña de
cultura ciudadana que debemos acometer…no usar el celular en la calle” me parecía no sólo absurda y desafortunada
sino además contraproducente en tanto la solución a la delincuencia no podía
ser “no dar papaya”. ¿La respuesta? “severo
facho”, “eso es puro desprestigio de los medios”. Si nosotros quienes lo
votamos y salimos a marchar por el respeto que merecían los derechos políticos
de todos los colombianos, no somos capaces de fiscalizar su labor, cuando
deberíamos ser los primeros en hacerlo, pues apague y vámonos.
Todas estas palabras para preguntarnos: ¿Los
asesinos intelectuales de Jaime Garzón, cumplieron su objetivo? Y hablo de asesinos intelectuales porque de los materiales sabemos que sí, lo acribillaron a balazos y le
arrebataron la vida. Pero aquellos que dieron la orden, su intención iba más
allá de callarlo. La intención era extinguir el pensamiento que pregonaba el
periodista y humorista. A estas alturas y viendo el país en el que sobrevivimos,
cabe preguntarse, ¿cuántos de esos que hoy tienen a Jaime en su perfil, que
comparten sus frases, se comportan como brutos en la calle? ¿Cuántos de ellos
creen que ser el más abeja, el más vivo es la única manera de sobrevivir en
Colombia? ¿Cuántos indistintamente de su filiación política son incapaces de escuchar
al que piensa distinto? ¿Cuántos más desprecian y aborrecen al que piensa
distinto?
De todos y cada uno de nosotros depende que
la enseñanza ética y moral, única y poderosa del humorista asesinado, para cambiar
el rumbo de nosotros como sociedad, no perezca en el olvido. ¿Y si llevamos más
allá la imagen de Jaime Garzón? ¿si en vez de usarlo como un icono vacío,
aplicamos lo que pregonaba? ¿Y si nos aprendemos, creemos y aceptamos que "Nadie
podrá llevar a nadie por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su
persona aunque piense y diga diferente”? Tal vez así podamos honrar de verdad su memoria, tal
vez así, con ese artículo que nos aprendamos, salvamos este país.
Muy acertada su reflexión viejo David, desde mi experiencia le cuento que es una labor ardua, áspera, la de intentar aplicar el mensaje de Jaime Garzón, es facil desanimarse y desilusionarse, en oportunidades es posible caer en el me-importa-un-culo... pero cuando aparecen junto a usted otras personas en el mismo camino, renace esa voluntad... cuando se deja ver parcerito???
ResponderEliminarBuena Ivancho gracias por comentar! cuadremos por FB
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, mi hermano, a los colombianos nos hace falta ponernos más la mano en el corazón para motivar un cambio de comportamiento y percepción de la realidad social y política del país, y no sólo para cantar esa mierda de himno con el que nos vendieron un maravilloso país en el colegio. Un abrazo, recibo este texto de la mejor manera, pero con la impotencia y repugnancia que me produce recordar esta fecha, y lo que representa más allá de la muerte per se de Jaime.
ResponderEliminarMuchas veces nos cansamos de siempre ver y vivir lo mismo en este país, muchas veces también perdemos las esperanzas y hasta se nos sale el indio que llevamos dentro, se nos olvida que los que están "arriba" son empleados nuestros , se nos olvida el arte de vivir bien y ser "civico". No solo debemos recordar a Jaime cada 13 de Agosto, debemos mantenerlo en nuestra cabeza todos los días, y cada gesto por pequeño que sea no sólo nos hará mejor culturalmente sino nos hará un mejor país. Gracias David por compartir mi Caricatura, y aunque no somos mayoría los que pensamos así, somos muchos en lo poco bueno que tiene Colombia.
ResponderEliminarpd: Arregla ese "vació" en el último párrafo.