Y ahí vienen de nuevo ustedes los
amargos, a empañar la alegría del fútbol.
Que el país está sumido en
la mierda hasta el cogote es cierto, pero que el equipo que quiero me de una
alegría, no significa, estrictamente, que me importe un bledo la realidad que
se me impone.
O que se me olviden las
profundas injusticias que nos dominan. El ser hincha no me convierte, así
ustedes lo digan, en un imbécil de memoria corta.
Pero que van a entender ustedes, si no
saben lo que es ir a la cancha un miércoles en la noche, bajo la lluvia, para
ver a dos equipos malos repartirse sosamente un punto.
Que van a entender ustedes
si no han llorado en silencio por la falta de huevos con la que algunos
mercenarios tranzan con el equipo de los amores.
Que van a entender ustedes,
sino se les paralizó el corazón con ese penalti cobrado por el portero, que le
devolvió la copa esquiva a los hinchas fulgurosos.
Sino han alentado los 90,
sin abandonar, soportando al descerebrado de turno que entre empujones pide que
cante con más huevos, sólo porque en el fondo uno sabe que sin el 12, el equipo
no gana.
Que me vienen a decir
ustedes, que no entienden la furia con la que juegan algunos jugadores de la
tricolor cuando es contra los hermanos argentinos.
Que pueden decirme ustedes
jueces de lo verdadero, voceros de la revolución, si creen que esa pasión sólo
la debe despertar la injusticia social y les resultan criminales y reprochables
las pasiones populares, que no pasan de ser analgésicos emocionales para un
pueblo bruto e ignorante.
Nunca lo entenderán.
Para ustedes negada la
soledad infinita que se siente ver el estadio vacío de a pocos.
Para ustedes negado el
camino a casa del domingo en la tarde, ya sea con una sonrisita dibujada, o con
la frustración apretando los dientes.
Para nosotros la pasión
secreta que despierta esa pequeña metáfora de la vida de 90 minutos.
Pero eso no va cambiar.
Sigan adelante criticones, pero no se monten nunca en el bus de la victoria por
favor, son de mala suerte, sigan así, igual de amargos, siempre.
Dedicado a los parceros que
sin importar lo que digan, siguen alentando a su equipo. A los que, cada uno desde
su trinchera y a su manera, hacen algo por vivir en un mundo mejor.
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