domingo, 9 de agosto de 2015

Promesas de viaje.

Esto lo escribí apenas un par de semanas de haber tomado carretera, hace 3 años, de la mano de mi compañera. 180 días vagamos por 3 países y por ese precioso momento, vivimos distinto. 


Te enseñan que el destino que te imponen es obligatorio, pero no lo es.
Te enseñan a callar.
Te obligan a obedecer.
Te preguntan en qué andas, por qué pierdes el tiempo.
Te piden que te sientes, que seas productivo.
Que no opines lo indebido.
Que le agrades a los demás.
Que aceptes tu ciudad como si fuera la única en el mundo.
Pero luego te atreves y tomas la carretera
Y aprendes a observar.
Dejas el afán y aprendes a esperar.
Y lo disfrutas.
Te olvidas del frenesí productivo y de la vanagloriada competitividad
Recuerdas lo fructífero que puede llegar a ser el ocio.
Escuchas, contemplas, te calmas.
Valoras lo que antes fue desechado.
Aprecias la ligereza y te das cuenta de que de todo lo que tienes, mucho está de sobra.
Y no extrañas más sino lo real, los parceros, la familia, la noche fría.
Valoras el amor verdadero.
Aprendes a ser tu mismo, sin pensar en el qué dirán.
Y la antigua rutina de oficina se antoja un destino postergable
Te das cuenta que no es más que un juego ilusorio.
Te enseñan que el destino que te imponen es obligatorio, pero no lo es.

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